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El Centro de Reciclaje de la ciudad desde el drone de LA NACION - Crédito: Emiliano Lasalvia
Entre montañas de escombros circulan camiones con volquetes y máquinas excavadoras que trasladan el material procesado. Son los restos de todas las obras en construcción de la ciudad de Buenos Aires que se recuperan para utilizar en otros proyectos y evitar que terminen en un relleno sanitario . Al mismo tiempo, y por una cinta transportadora, ingresan residuos orgánicos del circuito gastronómico que, junto a los descartes de la poda, se convertirán en compost destinado al abono de parques y plazas. El movimiento es incesante en el predio de Villa Soldati donde, además, funciona una cooperativa de reciclado que se encarga de la separación de los materiales para producir, por ejemplo, escamas de polietileno, con mayor poder de venta en el mercado privado.
En la planta de reciclado de Villa Soldati se procesan hasta 2400 diarias de residuos áridos provenientes de las obras en construcción de toda la ciudad Fuente: LA NACION - Crédito: Emiliano Lasalvia
Todo ocurre en el Centro de Reciclaje de la Ciudad donde se procesan 2500 toneladas de residuos de las 6700 que se generan a diario, sobre todo, áridos, restos de poda, desechos orgánicos y la basura de las campanas verdes ubicadas en distintos barrios. El material llega en 700 camiones por día. Mientras se sigue debatiendo los efectos de la modificación de la ley de Basura Cero, que habilita la incineración a través de la termovalorización con recuperación de energía, en ese predio de seis hectáreas tiene lugar una parte importante de la cadena de tratamiento de desechos, en diferentes etapas y procedimientos. LA NACION recorrió las instalaciones en vísperas del Día Mundial del Reciclaje, que se celebra hoy.
"La cantidad de material procesado no es significativa para los volúmenes de basura que se generan a diario, pero es un camino que se inicia y esperamos profundizar", dice el subsecretario de Higiene Urbana, Renzo Morosi, al explicar el funcionamiento de la planta de tratamiento de residuos orgánicos. Proveniente de 80 restaurantes, hoteles, supermercados y hasta hospitales, los restos de comida reciben una inspección visual de un grupo de operarios, antes de ingresar en el sistema de compostaje que consiste en una degradación controlada de la materia orgánica a través de microorganismos y realizado en tres reactores.
Cada uno de ellos tiene la capacidad para procesar hasta diez toneladas diarias controlando condiciones de humedad, temperatura y oxígeno, para acelerar el proceso de descomposición y terminarlo en el lapso de 30 días (en el ambiente demandaría entre cinco y seis meses). Cuando alcanza la maduración deseada se mezclan con los restos de poda procesada para dar lugar a lo que se llama enmienda orgánica, utilizada para rellenar espacios verdes y como fertilizante.
"El compost es una reacción de carbono y nitrógeno; el primero lo aporta el material orgánico, el otro el chip de poda. Una vez que inició el proceso dentro del reactor se forma una masa crítica que 'ataca' a los restos que van ingresando. Cuando sale del reactor se acopia en un sector para ir aireándolo hasta que se mezcla con la poda", explica Pablo Rodríguez, director general de Tratamiento y Nuevas Tecnologías.
La planta de residuos orgánicos tiene una capacidad para procesar hasta 30 toneladas por día, pero el mayor despliegue ocurre con el tratamiento de los residuos áridos, los escombros de todas las obras de la Capital que llegan al predio de Soldati, que pueden sumar hasta 2400 toneladas diarias. Cuando llega el material en los volquetes comienza la separación de los materiales reutilizables de los desechos a través de una zaranda según las diferentes granulometrías; además, se descartan otros elementos como madera, papel, cartón o plásticos que también son restos de obras.
"Hay diferentes tamaños de grano: uno es fino, como polvo, que tiene mucho poder de compactación y se usa antes de hacer pavimentación; está la granza, que es una piedra chica y se utiliza para hacer hormigón pobre; cascote de relleno; y material bruto, sin triturar, que lo compran las cascoteras para molerlo a pedido de su cliente", identificó Rodríguez. Las constructoras envían los desechos a la planta y el concesionario privado luego lo comercializa. El procesamiento diario puede alcanzar las 2400 toneladas.
Dudas de cartoneros
Hace pocas semanas, entre dudas y reclamos de agrupaciones ambientalistas, se votó la modificación de la ley de Basura Cero que habilita la termovalorización, o la incineración de basura con recuperación de energía. Entre otras cosas también se indicaron nuevas metas de reducción de residuos enviados a rellenos sanitarios.
La norma votada en 2005 estableció que la disminución debía ser de un 30% en 2010, de 50% en 2012 y de 75% en 2017, tomando como base los niveles enviados a la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse) durante 2004 (1,5 millones de toneladas). La reforma aprobada prevé el 50% para 2021, el 65% para 2025 y el 80% para 2030, sobre la base de los niveles de 2012 (2,2 millones de toneladas).
En el medio de esta reforma, y con sus temores a cuestas, están los 6000 cartoneros porteños que trabajan en las cooperativas y cobran un subsidio mensual de entre $5000 y $9000. Hay, además, otros 2000 que no forman parte del circuito formal. En promedio, cada uno recicla hasta 100 kilos diarios de basura. "Estamos con algunas dudas de que se pierdan los puestos de trabajo con la incineración", planteó Julio César Escobar, encargado de la cooperativa Alelí, que funciona en la planta de reciclaje de la ciudad.
Allí todo se procesa en un centro verde automatizado MRF (Material Recovery Facility), con la tecnología de mayor avanzada en el país. Unos 200 recuperadores, 80 dentro de la planta y 120 en la calle, recolectando el material para reciclar que luego es transportado por la logística aportada por el gobierno porteño. Otras dos plantas MRF, en Saavedra y en Barracas, estarán operativas entre fines de año y principios de 2019. Con la inversión en esta tecnología se trata de demostrar que la fuente de empleo de los cartoneros no correrá peligro y que el reciclado seguirá siendo una opción viable más allá del arribo de la termovalorización.