Basura: cuenta regresiva para un viejo problema | Nota editorial

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Dentro de cinco años ya no habrá más lugar en los rellenos sanitarios de la Ceamse, por lo que urge acelerar los estudios en busca de una solución definitiva

El destino de los residuos es un problema de orden mundial que en nuestro país no ha hallado una solución a pesar de los sucesivos planes, leyes y convenios que se fueron sucediendo. Existe una alarma concreta que deberá ser atendida con premura: los predios de la Coordinación Ecológica Área Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse) están a punto de colapsar, lo que implica que dentro de cinco años más ya no habrá lugar adonde llevar la basura de la Capital y de una cuarentena de municipios del Gran Buenos Aires.

Se trata del complejo de José León Suárez, que recibe el 87% de los residuos de la región; de otro situado en González Catán, al que llega el 8%, y del de Ensenada, que recibe el 5%.

En la zona metropolitana bonaerense habitan unos 16 millones de personas que, según datos oficiales de la Ceamse, arrojan por día 18.500 toneladas de residuos. La ciudad de Buenos Aires, por su parte, cuenta con casi 2.900.000 habitantes, que producen 6760 toneladas diarias. Una porción de esos residuos porteños reciben algún tipo de tratamiento, que permite reutilizar la mitad. La otra mitad se entierra.

Lamentablemente, en el último año, la ciudad de Buenos Aires envió más basura a José León Suárez de lo que había enviado un año antes. Fue un incremento tras cinco años consecutivos de caída. Las razones son variadas y la solución sigue sin aparecer. Entre las opciones analizadas figuraron la posibilidad de que algunos distritos más recibieran esos residuos, pero, como era de esperar, las poblaciones de esos lugares se opusieron. También se habló de volver a la incineración: una práctica que la Argentina ya había conocido hace décadas y que es criticada porque importaría un retroceso. Según no pocos especialistas, la quema de residuos no resuelve el problema, sino que, más bien, crea otros, como una mayor emisión de sustancias contaminantes y hasta cancerígenas.

Para avanzar en una solución de este grave incidente ambiental, un grupo de funcionarios y especialistas en procesamiento de residuos viajó recientemente a París, Viena y Amsterdam, tres ciudades que cuentan con plantas de incineración de basura. En Europa prefieren llamar "valorización energética" a ese proceso, ya que allí la quema de residuos se transforma en electricidad y calefacción, servicios que de esa manera vuelven a los ciudadanos. Se trata de una política de prevención y reciclaje que considera el relleno sanitario como el último recurso posible.

En nuestras ciudades existe otro triste fenómeno que ocurre cada vez con mayor frecuencia: tirar los residuos en cualquier lado. Esquinas, veredas, baldíos, a la vera de las rutas. Todos ellos y muchos más son los lugares elegidos para quienes desprecian el cuidado del ambiente y, con ello, provocan daños a terceros y a sí mismos, por cuanto esa desaprensión no es gratuita.

¿Qué revelan esos comportamientos? Que la acción del hombre sigue siendo determinante en las barreras que impiden avanzar en la aplicación de la ley de 2005, denominada "basura cero". Esa norma establecía que para 2017 debía reducirse el 75% de la cantidad de residuos que se envían a los rellenos sanitarios de la Ceamse. Sin embargo, la ley no solo no se cumplió, sino que se violó. Fueron muchas más toneladas a parar a esos depósitos. De allí su saturación.

La separación en origen en viviendas, comercios e industrias y el tratamiento de residuos en los hogares tampoco tuvo el resultado esperado. Es necesario insistir en que ninguna solución que hallen las autoridades podrá ser efectiva si no se cuenta con la colaboración de todos nosotros, desde el lugar en que nos toca estar.

También corresponde remarcar que quienes administran los Estados no han cumplido con la profundización de las tímidas y aisladas campañas educativas respecto de cómo procesar los residuos domiciliarios.

Del problema de la basura se emerge en forma mancomunada. Queda un lustro para renovar ese compromiso de trabajar juntos para el bien personal, de la comunidad y del planeta.